En el principio era el caos y los cuatro elementos principales de la naturaleza: Agua, Aire, Tierra y Fuego, luchan por prevalecer uno sobre otro. Hasta que el Poder, la Sabiduría y el Amor aparecen para poner orden y explicar los fundamentos del mismo. en pugna piden que
alguien los gobierne. A pesar del temor advertido por la Sabiduría de que se repita la rebelión de los ángeles que se negaron a aceptar el plan divino, el Poder decide, por intercesión del Amor, crear al Hombre y coronarlo como príncipe de la naturaleza.
Para ello permite que el Hombre salga de la cárcel del no-ser y lo dota de la compañía del Entendimiento y el libre
Albedrío, ofreciéndole, si se porta bien, a la Luz por esposa.
Para ello permite que el Hombre salga de la cárcel del no-ser y lo dota de la compañía del Entendimiento y el libre
Pero no todo es paz y alegría en el mundo y así nos lo dice la Sombra, que consternada ante el avance de la Luz -símbolo de la Gracia- pide auxilio al Príncipe de las Tinieblas para hacer que el Hombre caiga en la soberbia y expulse al Entendimiento.
El Hombre es coronado y celebrado rey de la naturaleza,
Gran terremoto y descontrol de los elementos. La Sombra toma aparentemente posesión del universo y el Hombre vuelve cargado de cadenas a la cárcel
Pero la Sabiduría y el Amor insisten en la esperanza, para que la caída del Hombre no sea fatal. El Entendimiento vuelve y ayuda al Hombre para recuperar el Libre Albedrío. Pero no pueden liberarlo de las cadenas.
La Sabiduría se hace presente disfrazada de Peregrino invocando la Gloria de Dios en las alturas y es llamada por el Hombre, el Entendimiento y el Albedrío. La Sabiduría libera y redime al Hombre tomando su lugar.
La Sombra y el Príncipe de las Tinieblas cuestionan si el Hombre podrá mantenerse a salvo probada su tendencia al error del pecado.
Pero cada uno de los cuatro elementos aportará por designio del Poder a que funcionen los sacramentos que lo preserven del mal, enfatizando el valor de la Eucaristía como fuente inagotable de salvación.
Pero cada uno de los cuatro elementos aportará por designio del Poder a que funcionen los sacramentos que lo preserven del mal, enfatizando el valor de la Eucaristía como fuente inagotable de salvación.
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